LA OPINION DE GOSSEN
viernes, mayo 18, 2018
NO SE PERDERÍA MUCHO
No se me olvida el largo silencio de las Farc durante el gobierno de Álvaro Uribe, viviendo la zozobra por los constantes bombardeos de la fuerza aérea, o simplemente para no ser descubiertos en Venezuela, para donde salieron huyendo de Uribe con el rabo entre las piernas.
Sin embargo, desde el inicio de la vorágine de equivocaciones y despropósitos que terminó en un acuerdo de paz, soportamos escenas que habían caído en el olvido. Como esa de un criminal de lesa humanidad dirigiéndose envalentonado a los medios de comunicación para proferir amenazas.
“El proceso de paz está en peligro de precipitarse hacia el abismo del fracaso”, vociferó el guerrillero Iván Márquez hace unos días en una nutrida rueda de prensa, atribuyendo esa posibilidad a que Jesús Santrich no quede en libertad o muera de hambre.
Esa amenaza de Márquez por supuesto que no va dirigida al pueblo, sino al presidente de la república. Porque a estas alturas es al único al que podría intimidar así, entendiendo que cumplir la amenaza formalizaría el fracaso del acuerdo, capricho y monotema del gobierno durante 8 años y por el cual abandonó al país a su suerte. Para la mayoría de los demás, la huida de Márquez al monte, viéndolo bien, sería buena noticia. Sería acariciar nuevamente el sueño de verlo abatido por un ataque de la fuerza aérea. Aspirar otra vez a un ajuste de cuentas, de manera análoga a como debieron aspirarlo los judíos ante el anuncio de los juicios de Nuremberg, o los kurdos, víctimas de Saddam Husseim, ante la inminencia de su ascenso al patíbulo.
En cuanto a la huelga de Santrich, si muere de hambre sería un suicidio en toda la regla, uno más de los cientos que ocurren a diario en el mundo.
Con Santrich muerto de hambre o huido, Márquez vuelto guerrillero cimarrón y el acuerdo fracasado, la verdad no se perdería mucho, porque ese batiburrillo impracticable de 300 paginas que es el acuerdo ha resultado, como ya se sabía, un verdadero fiasco: como todo lo de Santos, fraguado en la trampa y la mentira, pero de una pésima factura final. Al contrario, comenzaría a desenredarse el galimatías jurídico craneado por los paniaguados del gobierno en el congreso para implementar lo imposible torciéndole el pescuezo al estado de derecho.
A ese caos jurídico al servicio del acuerdo se suma el debilitamiento general del estado para idénticos fines. Una debilidad artificialmente provocada por Santos para no dejar morir el alimento de su narcisismo, porque Santos, que es un pérfido, tiene un defecto peor, el de la vanidad, que supera con creces su perfidia. Y las Farc le tienen la medida a su vanidad desde hace mucho. Y fue por dejarse ver las ganas, que terminó humillado el estado colombiano en Cuba al reducir las Farc a los delegados del gobierno al triste papel de sus amanuenses. Y es por eso mismo que ahora extorsionan a Santos amenazándolo con desbarrancar el acuerdo de paz.
En lo que respecta a las Farc, la debilidad de Santos se explica en la necesidad imperiosa de preservar el acuerdo. Pero en lo que respecta a las otras formas de criminalidad, Santos, sin una motivación diferente a la dejadez y a la mediocridad que lo caracteriza como gobernante, se da el lujo de desentenderse por completo del orden público. Por cuenta de ello el estado viene haciendo gala, otra vez, como en el intervalo entre Turbay Ayala y Uribe, ambos exclusive, de una indulgencia cuyos frutos empiezan a cosecharse: violencia por doquier, como la del ELN, resucitado por Juan Manuel Santos para tener con quien firmar otra paz, o la de tal Guacho, haciendo de las suyas en el sur donde retiene tres cadáveres. Esas perturbaciones, un problema insoluble en tiempos de Samper y de Pastrana, que dejaron de serlo con Uribe y que vuelven a serlo con Santos, hoy se resolverían con unas cuantas toneladas de bombas lanzadas desde el aire, pero eso no va a pasar. No va a pasar, porque es regla de oro del catálogo del buen mamerto que el uso de las armas se reserve exclusivamente para los enemigos del Estado, que, mansamente, debe suplicarles resolver los conflictos por las buenas.
De ese tamaño están las cosas en este país, al que le viene como anillo al dedo esta frase, que no he podido averiguar quien la pronunció: “La justicia sin fuerza y la fuerza sin justicia son las peores desgracias de un pueblo”. Ya el pueblo lo sabe, porque no olvida como fue rescatado el país, cautivo de la guerrilla, entre 2002 y 2010.